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dietas hiperproteicas en el 52% de los sujetos evaluados.
Otro indicador importante de la calidad de la alimentación es la
participación de los macronutrientes en el aporte calórico de la dieta. En
este sentido, lo recomendado es que haya un equilibrio entre proteínas,
grasas y carbohidratos en cuanto a su contribución calórica, medida como
una relación porcentual [15]; de forma tal que se cumpla con una de las
leyes de la alimentación que exige la armonía o el equilibrio entre los
macronutrientes.
En el caso de las grasas, se evidenció que, aunque la mayoría presenta una
contribución calórica ajustada a la recomendación, existe una proporción de
individuos, que no debe ser menospreciada, con una contribución por debajo
de la recomendación, este hecho pudiera estar asociado a la ingesta baja de
proteínas de origen animal, pues son fuente importante de grasas. Otro
factor que pudiera haber contribuido es el nivel educativo de los sujetos
estudiados, ya que existe el mito de no consumir altas cantidades de grasas
porque “son malas” (para la salud), sin embargo, es conocido que el
organismo necesita una cantidad adecuada de grasas para mantener sus
funciones vitales y las estructuras celulares. Especialmente, en las
mujeres en edad reproductiva, la grasa es un componente fundamental en la
dieta para la producción de hormonas, como los estrógenos.
En relación a la ingesta de carbohidratos, la mayor proporción de sujetos
presentó una contribución calórica por debajo de la recomendación, hecho
que puede atribuirse a un menor consumo de carbohidratos complejos. Este
comportamiento, se explica posiblemente por el nivel socioeconómico y la
mayor proporción de mujeres en el grupo evaluado, asociado a los mitos que
se han creado alrededor de este nutriente, donde son señalados como los
principales responsables de sobrepeso y obesidad [19]. Sin embargo, las
dietas bajas en carbohidratos se han relacionado con la formación de
cuerpos cetónicos por la utilización de los ácidos grasos y proteínas como
combustible. A consecuencia de la utilización de proteínas hay destrucción
de masa magra para la neoglucogénesis [22]. Si este tipo de dieta se
prolonga en el tiempo, los individuos podrían presentar fatiga, cansancio y
somnolencia, afectando sus labores diarias en el hogar y trabajo.
En contraposición y de acuerdo con los resultados obtenidos, las proteínas
contribuyen al perfil calórico de la dieta, mayor proporción respecto a los
otros macronutrientes. El 71,7% de los sujetos mantiene una dieta con una
participación de las proteínas por encima de la recomendación para la
población venezolana.
En esta investigación, se encontró una proporción considerable de sujetos
con una contribución calórica de grasas por encima de la recomendación, es
importante destacar que se debe moderar el consumo de grasas, no sólo por
su repercusión a nivel del peso corporal total, favoreciendo el sobrepeso y
obesidad, sino por sus efectos a nivel cardiovascular. En este punto,
valdría la pena evaluar, en futuros estudios, el perfil de ácidos grasos de
la dieta, ya que se sugiere un consumo moderado de grasas tipo
poliinsaturadas de la serie omega 3 preferiblemente, y un consumo más
restringido de grasas saturadas y grasas trans, asociadas a los procesos de
aterogénesis y desarrollo de enfermedades cardiovasculares [6].
En síntesis, de acuerdo al perfil calórico, la dieta luce hiperproteica,
normograsa e hipoglucídica, calificándose como desequilibrada o
disarmónica. Los resultados descritos con relación al perfil calórico de la
dieta permiten suponer que en el grupo de estudio se producen
manipulaciones incorrectas de la dieta que pudieran resultar en estrategias
inadecuadas y perjudiciales para el estado nutricional y de salud.
La conducta alimentaria relaciona el comportamiento de los hábitos de
alimentación con la selección de alimentos ingeridos, preparaciones
culinarias y las cantidades consumidas de ellos. Elementos que están
condicionados principalmente por el aprendizaje y las experiencias vividas
por cada sujeto.
La World Health Organization (OMS, por sus siglas en español), reconoce al
consumo de sal como un factor de riesgo dietético para el desarrollo de
enfermedades cardiovasculares como accidente cerebrovascular, trombosis,
hipertensión arterial, etc [23]. En este estudio, 52% de los
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