PÁGINA 2 |
|
miento y actitudes de los profesionales de salud al indicar agua según su condición o no de fuente de este mineral.
La información sobre patrones de consumo de agua o líquidos es escasa. En 2009, el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (CESNI) realizó una investigación (HidratAr) sobre hábitos de hidratación en cuatro grandes conglomerados urbanos (4). Sus resultados revelaron una ingesta diaria promedio de 2,05 lt/persona, un volumen similar a las recomendaciones promedio del Instituto de Medicina de Estados Unidos (IOM) y la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) (5,6) lo que refleja que una proporción de la población tenía un consumo inferior a las mismas. Sin embargo, uno de los hallazgos más importantes de la investigación fue la escasa proporción de agua ingerida, tan solo un 21% del total. Por el contrario, la mitad de los líquidos fueron bebidas e infusiones con azúcar agregado (4).
De los resultados de HidratAr se desprende que el consumo de agua aporta una baja cantidad de sodio al consumo total diario (4), tal como también se describe en otros trabajos sobre el patrón de ingesta en la población (7). Sin embargo, algunos profesionales de salud y nutrición recomiendan (3) una selectividad no justificada de aguas envasadas argumentando su condición de fuente de sodio.
Al respecto, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha manifestado explícitamente que el agua no es una fuente alimentaria significativa en la ingesta de sodio excepto para personas bajo indicación médica de restricción severa del mineral (menos de 400 mg/día), situación limitada a algunos casos severos de insuficiencia cardíaca o enfermedad renal (8). En su reciente Guía sobre calidad de agua, la OMS afirma que no está demostrada una asociación entre el contenido de sodio de las aguas y la ocurrencia de hipertensión (9).
En condiciones de máxima adaptación las personas pueden subsistir con ingestas de sodio tan bajas como 200 mg diarios (5,6). Sin embargo, dada la presencia natural del mineral acompañando otros nutrientes, aquellos niveles conducirían a otras carencias. Por lo cual su recomendación fue establecida en 2004 por el IOM en 1,5 gr diarios (población general y adultos en particular) (2). El criterio es que esa cantidad compensa las pérdidas corporales y a la vez asegura la incorporación adecuada de otros principios nutritivos esenciales. En niños (mayores de 1 año) la recomendación es de 1 gr y en mayores de 70 años de 1,2 gr. Mientras tanto, el valor máximo en adultos es de 2,3 gr (5).
También es conocida la recomendación de OMS (10) de una ingesta menor a 2 gr en adultos.
La ingesta de sodio en Argentina en cambio, difiere y es significativamente mayor que la recomendación (73% más sin contar el sodio proveniente de la sal de mesa)(7). Según datos de la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS, 2007) (11) la ingesta de niños entre 6 y 23 meses de edad es de 921 mg diarios.
En población general, el único dato disponible corresponde a la Hoja de Consumo Aparente de alimentos elaborada por la Escuela de Nutrición de la UBA y correspondiente a información del año 2011 (12). La Hoja de Consumo Aparente (HCA) refleja la cantidad de alimentos y bebidas disponibles para su consumo por el conjunto de la población, sin desagregación por niveles socioeconómicos, etarios o geográficos. Y se elabora a partir de información de los Ministerios de Economía, Agricultura, cámaras empresarias y estudios de mercado. Sus datos no son comparables con los de encuestas alimentarias, pero su información es muy valiosa, de fácil elaboración y replicable anualmente.
Según la HCA 2011, el consumo (disponible) de sodio proveniente de alimentos y bebidas es de 2,6 gr, claramente por encima de la recomendación. De este conjunto, solo 3,7% corresponden a aguas y bebidas (12).
Cualquier estrategia poblacional que pretenda tener impacto en una reducción significativa de sodio en la dieta debe concentrarse en la sal que se agrega a las comidas y en muy pocos productos: pan (de panadería), fiambres y chacinados, carnes (frescas) y quesos (12). El cambio en los patrones de comidas y preparaciones con mayor grado de procesamiento fuera del hogar ha contribuido a una mayor densidad de sodio por unidad de energía (kcal). Este dato surge al comparar la HCA 2011 con otras elaboradas en los años ´80, habiendo pasado de 690 a 866 mg de sodio por cada 1000 kcal (13).
PÁGINA 2 |
|