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de hoja, fríos, secos, con poco sabor, “como pasto ahora”. Para la mayoría, comer es saborear un guiso, un estofado con pan, asado. De este modo, se configuran fuerzas enemigas entre la ensalada (tomate y lechuga principales ingredientes) y el pan. La primera vinculada al cuidado de la salud de uno y de las personas con las que comparten la alimentación, y el segundo un consumo accesorio que no alimenta.
Por otro lado, cuando se indagaron los hábitos de comensalidad, (con quién comparte la comida a diario), entre el grupo de AM que viven solos/as, el 82% comparte al menos un día de la semana con algún familiar (hijos/as, nietos/as principalmente), vecinos/as o amigos/as, habitualmente en día domingo. El acto de comer pensado en soledad despierta los sentimientos más angustiosos entre los/as entrevistados/as, el recuerdo de las personas que ya no están, el anhelo de las reuniones familiares, el compartir con otros/as, la rutina cotidiana de una familia. Cocinar para otros/as implica “dedicar tiempo”, “asumir una tarea”, “generar una necesidad”, “ocuparse de alguien, sentirse útil, cuidar de alguien, es decir, transmitir amor a través de los alimentos”. De modo que, cuando este espacio está vacío surgen los interrogantes: “¿cocinar para quién? ¿para mi sola/o? ¿vale la pena?”. La simbolización generada en torno al cocinar-comer en vinculación con otros/as se logra expresar en frases como la siguiente:
R:
“A la noche, desde que enviudé, tomo un té con galletas o una sopa, no me da ganas de cocinar para mi sola”
(Entrevista, 77 años, Residencial Velez Sarfield. Año 2016).
Al poner en relación las entrevistas con los datos obtenidos en las encuestas, el 76% de los/as AM se encarga de preparar sus alimentos. El 24% de los restantes manifiesta que la actividad es compartida (entre la pareja, padres e hijos, hermanos/as).
H: “yo aprendí a cocinar mirando a mi mamá y yo le enseñé a mi hija, pero ella es más práctica y rápida; los ñoquis le salen más ricos que a mi…”
(Entrevista, 71 años, Barrio Muller.
Año 2017).
En este sentido, preparar una comida, implica “cambiarme”, “salir de casa, charlar con el carnicero o las chicas de la panadería”, “mi verdulero amigo”; un vínculo social que le imprime otra simbolización al acto de comer, el que le da sentido y proyección al ¿para qué y por quién me levanto hoy?
En cuanto a formas sociales de comer en la adultez, y como característica diferenciadora de lo antes expresado, aparecen con fuerza las actividades que ofrecen los espacios recreativos para AM barriales: reuniones de té, cine debate, almuerzos, cenas compartidas entre amigos/conocidos/compañeros; donde el eje troncal de estos encuentros radica en el goce de la vida, expresada por los protagonistas como: “comer rico, bailar, escuchar buena música, charlar”. En cada ocasión se logra ilustrar el intercambio y la circulación de alimentos como eje estructurador de lazos, -redes- entre los protagonistas. Dicho de otro modo, el alimento -en torno a una mesa- opera como facilitador para la construcción de vínculos de ayuda y cooperación mutua. En las entrevistas se puede evidenciar que una lucha cotidiana de las personas mayores, a través de estos encuentros, es romper con la generalizada tendencia de la sociedad al individualismo, a partir de la búsqueda de otras maneras de estar-juntos (sentir-conjuntamente). Estas dinámicas se inscriben en un comer sin exclusiones y de un convivir sin las separaciones que impone la sociedad: “sos muy joven”, “sos muy viejo”. Por consiguiente, en la organización de reuniones sociales donde “la comida” adopta un rol protagónico se observa que a su alrededor se propicia el diálogo, se despiertan sensaciones de placer, goce y disfrute. Y, al mismo tiempo, se genera un efecto aglutinante entre pares, posibilitando la construcción de redes sociales de intercambio, contención, empatía. Aún así, a medida que los vínculos interpersonales se van afianzando, los encuentros-desencuentros socioculturales empiezan a hacerse visibles entre pares, para dar lugar a una nueva construcción generacional dentro de un mismo grupo etario: los/as de 60 y los/las de 80; mujeres/varones; los que participan de todas las actividades/los que están depresivos; los más activos/los que tienen alguna discapacidad; como algunos de los estereotipos observados.
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