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Introducción
En Argentina la prevalencia de obesidad y de enfermedades no transmisibles (ENT) ha aumentado en forma considerable. De cada 10 adultos, 4 presentan sobrepeso y 2 obesidad (1). Entre el 2005 y el 2013 la obesidad aumentó un 42.5%. El escenario es similar en la población infantil, un tercio de los niños menores de 6 años y el 34.5% de niños en edad escolar padecen obesidad (2; 3). Según la Encuesta Mundial de Salud Escolar (EMSE) entre los años 2007 y 2012, el sobrepeso y la obesidad aumentaron de un 24.5% a un 28.6% y del 4.4% al 5.9%, respectivamente (3).
Un documento reciente del Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación publica datos registrados por el programa SUMAR entre los años 2014 y 2016. En el marco de este programa se realiza un seguimiento de salud de niños, niñas y adolescentes de 0 a 19 años. El crecimiento del exceso de peso observado durante ese periodo fue de un 5%. Dicho crecimiento es sostenido en todos los rangos etarios, alcanzando su valor máximo en la población de 6 a 9 años con un 18.1% (4).
Por otro lado, la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo informa que de aquellos adultos que alguna vez controlaron sus niveles de presión arterial, colesterol y diabetes, los valores fueron elevados en el 34.1%, 33% y 10%, respectivamente (1).
Si bien en Argentina el costo de tratar los problemas de una elevada prevalencia de obesidad y sus consecuentes patologías no ha sido calculado, se entiende que tienen un impacto en el gasto público y en las economías individuales. Diversos estudios evaluaron el impacto humano, social y económico de dichas enfermedades utilizando diferentes metodologías. En México y Brasil han tratado de estimar el costo que implicaría no tomar medidas para disminuir la carga de estas enfermedades. Tomando como base el año 2010 y proyectándose hacia el 2050, pasa de U$S 806 millones a 1.7 mil millones en México y de 5.8 millones a 10.1 mil millones en Brasil. El costo puede medirse mediante indicadores directos (gastos en tratamientos, atención hospitalaria, medicamentos, etc.) e indirectos (mortalidad, morbilidad, disminución de la productividad, etc.) (5). Si no se toman medidas preventivas, el costo anual a nivel mundial superará 1.2 billones de dólares a partir de 2025 (6).
La alimentación es un factor determinante en la salud de la población. Mantener una alimentación poco saludable es considerada uno de los factores de riesgo más importantes en el desarrollo de las ENT. En Argentina, el patrón alimentario se ha ido modificando y en las dos últimas décadas se observó una disminución del consumo de alimentos de buena calidad, como frutas y verduras, legumbres y leche, mientras que la ingesta de productos de menor calidad tuvo un comportamiento contrario; el consumo de carnes semi elaboradas, bebidas gaseosas y masas de tartas y empanadas es mayor (7).
Conocer fácilmente la calidad nutricional de los alimentos y bebidas y poder compararla entre distintos productos es un factor indispensable para realizar elecciones saludables, sin embargo, existen dificultades para discriminar los productos según su condición más o menos saludable. La información nutricional disponible en los envases de los productos alimenticios se encuentra en la cara posterior de los mismos y aporta información numérica difícil de comprender para el consumidor.
En los últimos años, la promoción de una alimentación saludable y la prevención de la obesidad son temas de prioridad en la agenda de las políticas públicas. Recientemente fueron publicadas las Guías Alimentarias para la Población Argentina (GAPA), actualizadas por el Ministerio de Salud, y en estos últimos dos años se están discutiendo estrategias de educación alimentaria, regulación del marketing, adopción de incentivos o desincentivos económicos; lineamientos de entornos saludables, etc. Sin embargo, entre los varios temas en discusión, uno que ha adoptado gran relevancia es el que se refiere a la aplicación de un sistema de etiquetado en el frente del envase (ENFE) que permita simplificar la información y orientar la elección alimentaria más saludable por parte de los consumidores. Los ENFE simplifican la información nutricional relevante, disminuyen la asimetría de información en el mercado de consumo masivo y no solo orientan al consumidor sino que también incentivan a los productores y a la industria alimentaria a reformular y diseñar alimentos de mejor calidad nutricional (8).
Existen varios modelos de ENFE en el mundo (9). Estos etiquetados varían en su presentación (por ejemplo: forma, color, talla), en el tipo de mensaje
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